Las mismas voces que critican que ante la situación de emergencia sanitaria y social que estamos viviendo, algunas nos paremos a analizar dicha situación y el futuro que se nos presenta desde una mirada feminista, argumentando que las feministas siempre estamos buscando la desunión de la sociedad, no alzan la voz para mostrar esa unidad que tanto reclaman a la hora de defender la sanidad pública, de apostar por unos servicios sociales de calidad que cubran no solo las necesidades básicas de todas las personas, sino además las permitan vivir con dignidad. No, para esto no alzan la voz, porque la mercantilización de cada esfera vital les ha llevado a un nivel de abstracción que va en contra de la vida y a favor de sus carteras.
En situaciones como la que estamos viviendo, donde hemos tenido que volver a reconectar con lo esencial, con lo básico… siendo conscientes, como hacía tiempo que la sociedad no lo era, de la interdependencia que tenemos unos seres humanos con otros, con los seres vivos y con la naturaleza. Una interdependencia que, una vez más, se ha puesto de manifiesto que, traspasa las fronteras locales y nos conecta con el resto del Planeta.
En este contexto debemos preguntarnos ¿qué ha sido y es esencial durante este tiempo de emergencia sanitaria y social? pues la respuesta es tan sencilla que hasta abruma, la vida. Y es que, cuidar de las vidas de las personas ha pasado de estar al más bajo reconocimiento social, a consolidarse en la esfera pública cómo una actividad que llueve, nieve o truene, no puede pararse. A nadie le pasa desapercibido que estas actividades de cuidados, que tienen en su esencia el mantenimiento de la vida, la realizan mayoritariamente mujeres.
Por eso, incluso en las fases más restrictivas del estado de alarma, y cuando durante quince días, se pararon todas las actividades que no eran esenciales, veíamos a cientos de mujeres salir y entrar de los transportes públicos para ir a cuidar a quien más lo necesitaba, ocupando esos sectores de empleo altamente feminizados: sanitario, servicios sociales, ayuda a domicilio, limpieza… empleos precarios, que en no pocos casos, nadan y se desarrollan en la economía sumergida. En estas situaciones, se han dado por tanto, diferentes paradigmas nada fáciles de resolver para las mujeres que ocupaban estos trabajos. Así, las que mantenían sus empleos se han enfrentado, a la precariedad en clave de seguridad para sus vidas ante la falta de los equipos de protección individual, de los cuales no disponían y trabajando en lugares con altas tasas de mortalidad a causa del virus, como las residencias de personas mayores. Del mismo modo, y según indican los datos, si bien el virus tiene mayor incidencia en la población masculina, son las mujeres las que más se están viendo afectadas a causa de la exposición que sufren en sus puestos de trabajo.
Por otro lado, en una alta proporción están las mujeres que al trabajar cómo cuidadoras o en el sector servicios sin ningún tipo de contrato, al quedarse sin empleo se encuentran en una situación de desprotección total. Si bien, por tanto, en la crisis del 2008 los sectores de empleo masculinizados fueron los más castigados, en la crisis actual, son las mujeres las más castigadas. Aún es temprano para afirmar con rotundidad que estamos asistiendo a una rápida escalada de la ya demostrada feminización de la pobreza (el reparto de la renta, cuando lo hay, no sigue criterios de igualdad, sino que se lleva a cabo según el criterio de género) “Según datos de Naciones Unidas, el 60% de las personas que pasan hambre en el mundo de forma crónica son mujeres y niñas” (The World’s Women 2015 Trends and Statistics, United Nation).
En este sentido es necesario apuntar también, que esta pobreza no solo afecta a las mujeres, sino que se ceba con las familias monoparentales/monomarentales, que en la mayoría de los casos están conformadas por mujeres y los/las menores a cargo. Quedando, por tanto, desprotegida una parte importante de la infancia. Para aquellas mujeres que han podido optar o han debido teletrabajar, tampoco sus jornadas están siendo un plácido paseo. Al no quedar clara la división mediante horarios entre la fábrica, oficina, etc… y el ámbito doméstico, y estar recluida toda la familia en casa, las jornadas en contra de lo que a priori podría parecer, se han intensificado. Para poder hacer frente a las tareas familiares, las mujeres trabajan a horas intempestivas siendo las primeras en levantarse y las últimas en acostarse. Los hombres, por su parte, han pasado a realizar algunas tareas que antes ocupaban más tiempo a las mujeres, por ejemplo, ir a la compra, quedándose así las mujeres en el ámbito privado y ocupando el hombre la esfera pública.
No podemos dejar de mencionar a aquellas mujeres que durante este confinamiento han tenido que estar conviviendo con sus maltratadores 24 horas al día, lidiando con unos niveles de estrés y ansiedad enormes, agudizados por el confinamiento. Desde esta perspectiva queremos volver a una “nueva normalidad” que despegue desde una mirada ecofeminista, que ponga los cuidados en el centro, es decir, relaciones de eco e interdependencia : la manera de consumir, manera de relacionarnos con el medio ambiente, construir economía y políticas que garanticen la vida de todos los seres, y como señala Yayo Herrero “la vida humana no se da sin trabajo bien en la esfera mercantil o privada”.
Ya antes del Coronavirus nos movíamos en la esfera de la precariedad y la pobreza estructural, que se agravará tras esta crisis. Apunta también Yayo Herrero, de forma muy acertada que “debemos reformular nuestras acciones futuras enmarcándolas en un marco de emergencia climática, social y política, donde los cuidados al medio ambiente (en cuanto a energía, consumo…) y a las personas (cuidados de personas dependientes…) sean la base para empezar a construir una nueva sociedad. Redistribuir recursos (riqueza y tiempos) y huir de las mística del cuidado (que se hace solo por puro amor, que no supone esfuerzo…)”.
En este sentido nos parece muy acertada la guía que ha elaborado el Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades “La perspectiva de género, esencial en la respuesta al Covid-19 ”. Un documento que adjuntamos y que presenta datos en cuanto a los cuidados, la economía y el empleo, la violencia de género y otros tipos de violencias cometidas contra las mujeres, las respuestas y el análisis que se han ofrecido desde las instituciones. Una lectura que contextualiza y fotografía la situación actual y marca una línea a seguir desde las instituciones.
Así mismo, muchas de estas ideas y algunas otras han sido tratadas en los debates que ha ofrecido el Instituto de la Mujer durante el confinamiento y que pueden encontrarse en su canal de Youtube: Inmujer.
Para mayor información le recomendamos que visiten adicionalmente el trabajo realizado desde el Instituto de la Mujer desde su fuente oficial.
Ana Mateos Sanz
Enlace de feminismos de Podemos Leganés.